14 oct 2010

¿Quién anuncia el Evangelio?


OPINIÓN
P. Roberto Visier. Pero ¿cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en Aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? (Rom. 10, 14). Pudiera parecer vana e inútil por evidente la afirmación del apóstol, pero precisamente hoy, en medio de la crisis de fe tan enorme en que vivimos tanto fuera como dentro de la Iglesia, se hace necesario recordar algo que es esencial. La Iglesia ha nacido, mejor dicho, fue fundada para predicar el evangelio, para que todos vinieran a la fe. Eso mismo está subrayando san Pablo cuando recuerda la urgencia del anuncio del Evangelio. La fe es el camino para la justificación, no nos salvamos solos, nos salva Dios cuando nos abrimos a Él por medio de la fe.

Pero hoy parece que ya no creemos que tenemos que creer, y que tenemos que ayudar a los demás a creer. Se siente una gran ausencia de anuncio, sobre todo dirigido hacia los alejados que son los que más necesidad tienen de que se les recuerde que Dios existe. Recientemente un sacerdote de Roma contaba que había tomado un taxi y el que conducía era extranjero. Entonces al ver que era sacerdote el que se subía, comenzó  el taxista a hablarle de Dios, bueno, de Alá, que podemos identificar con el único Dios creador en el que creemos también los cristianos, pero al que el Corán da un rostro bastante distinto del Padre bueno al que nos enseñó a amar Jesús. El sacerdote pensaba que le estaba tomando el pelo, porque el musulmán intentaba por todos los medios convencer al sacerdote de que debía cambiar de religión y entrar en el Islam. No iba de broma, lo decía totalmente convencido. También yo me encontré en el metro de Roma a unos cristianos no católicos que pretendían convencerme de que debía convertirme a la "verdadera fe".

¿Y los católicos por qué no tenemos la misma actitud? Bien, quizás somos más razonables, más respetuosos, más dialogantes, más comprensivos, intentando no juzgar y condenar al otro simplemente porque profesa una fe distinta. Sabemos que Dios puede salvar al que es fiel a su conciencia. Todo eso está muy bien, pero reconozcamos que nos falta mucha fe, que no la valoramos como un tesoro, que pareciera que hemos olvidado que la única Iglesia de Cristo es la católica, y que incluso obispos y sacerdotes hemos buscado muy buenas excusas teológicas para no anunciar el evangelio: basta la presencia, hay que respetar las culturas, la independencia de las instancias civiles, la justa laicidad y el pluralismo... Al final no nos atrevemos ni a decir “Jesús” por si acaso nos llaman fanáticos o sectarios.

Es clarísimo que no saldrá el sol, que no nos levantaremos de la crisis interna de la Iglesia si no recuperamos la alegría de ser católicos, la satisfacción de haber encontrado el camino que conduce a la verdadera Vida, que es Cristo, las ganas de gritarlo desde las terrazas, de comunicarlo a todos. Sin el impulso misionero la Iglesia no es Iglesia y el católico no es ya católico.

P. Roberto Visier.
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