30 oct 2010

¿Sabes que tú también eres Zaqueo?


COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega. Episodios como el de Zaqueo nos permiten entender el Evangelio en su más profunda sencillez y belleza. Se trata de un encuentro personal, porque el Evangelio es un encuentro personal y salvador de Cristo con cada uno de nosotros. ¿Qué necesitó Zaqueo, pecador "de gran cilindrada", para descubrir la salvación de Dios?

Primero, interesarse por Dios. Cristo llegó a su ciudad y él se interesó por ir a verlo. Las motivaciones primeras podían ser muy superficiales, pero el caso es que quiere conocer a Jesús, conocer de primera mano todo eso que contaban del Nazareno. Por eso, el primer y grave pecado en el que podemos caer es el de la indiferencia. Los que decimos ya conocer a Jesús, también podemos caer en la indiferencia, puesto que a Jesús se le ha de conocer (re-conocer) cada día, en la oración y en el prójimo. Por eso, todos nos tenemos que identificar con Zaqueo.

Lo segundo que hizo Zaqueo fue subirse a la higuera para ver a Jesús. No se arredró ante las dificultades (cosa que nosotros hacemos con frecuencia). Venció los respetos humanos y se olvidó de su “prestigio” social, del “qué dirán”. Se subió al árbol. En un sentido figurado, significaría el elevarse a una vida más espiritual. Le costó esfuerzo, sin duda, puso en juego su habilidad... todo por ver a Jesús. Con ello, ya se estaba despegando de la tierra y de sus bienes.

Una vez subido al árbol, Zaqueo pensaría que ya había cumplido su objetivo, que vería al Señor “en tribuna de honor”. Pero no se imaginaba que faltaba aún lo mejor, que Jesucristo iba a colmar de manera insospechada sus más profundos anhelos de felicidad.

En efecto, sucedió lo que sólo con Dios puede suceder, lo que se sale de todo cálculo humano y de la previsión del más optimista. Jesús le llamó por su nombre. En ese momento cambió todo. Supo Zaqueo que Dios no es el dios lejano de nuestra imaginación o prejuicio, sino que es el Dios que te conoce perfectamente y que te declara una amistad incondicional.

No pone Jesús a Zaqueo ninguna condición para la amistad. Zaqueo comprende que el hoy tengo que alojarme en tu casa es la oferta gratuita de la salvación. Gratis te ofrece Dios la salvación, mientras que tú quieres comprar como Zaqueo con dinero, fama o poder tu felicidad. ¡Felicidad falsa! Zaqueo ahora descubre la vida tan falsa que llevaba. Recibe a Jesús en su casa, porque bien sabe que Jesús le ha recibido a él primero en su Corazón.

Jesús no puede esconder su gozo salvador. Hoy ha sido la salvación de esta casa (...) Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Jesús fue la salvación, la gloria de Zaqueo; y Zaqueo manifestó, con el cambio de su vida, el poder y la gloria de Dios (siguiendo la maravillosa enseñanza paulina de la segunda lectura de hoy).

P. Mario Ortega.


Publicado en La Gaceta de la Iglesia.
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