15 sept 2010

El buen salvaje


OPINIÓN. P. Roberto Visier. J.J. Rousseau convirtió en un lugar común del pensamiento de la modernidad la idea de que el hombre en su estado natural, sin ningún tipo de presión o de adoctrinamiento por parte de la sociedad, sería mucho mejor de lo que es. Es la sociedad la que hace malo al hombre que en sí mismo es un buenazo. Venía a decir: dejemos al hombre que siga sus inclinaciones y no le impongamos tantos prejuicios.

Algo tiene que ver todo esto con el modo de educar de la sociedad actual. Muchos profesionales de la enseñanza, que tienen que sufrir la indisciplina reinante, estarán de acuerdo conmigo en que la ley que domina hoy en los centros educativos es la de la Selva. Y no cabe duda de que todos los extremos son malos. No queremos volver a los castigos físicos o a esos profesores que, simplemente por el hecho de serlo, se creían con derecho de humillar a niños y adolescentes, pisoteando su autoestima y destruyendo su esperanza. Sin embargo hoy vivimos el extremo contrario, la pérdida casi absoluta de autoridad del docente o, lo que es peor, la voluntad consciente de no imponer ningún tipo de normas, de exigir lo mínimo posible. No sé si lo que pretenden es convertir a los niños en verdaderos salvajes, por eso de que es mejor ser un buen salvaje que una persona educada en criterios morales “anticuados”.

La verdad es que estamos alcanzando tal grado de “salvajismo” que ya no se trata de inculcar unos principios morales más actuales, más bien el criterio moderno, en fidelidad al relativismo más exacerbado, es no dar ningún principio moral, es decir, enseñar el único dogma supremo que no puede contradecir ningún mortal que quiera ser políticamente correcto: todo vale. Todo es lícito, a excepción de robar a mano armada y matar con pistola. Ahora bien si se roba de otra manera un poco más disimulada pues también está bien, y si se mata con guantes de médico y visturí, muy “limpiamente”, sin perturbar “la convivencia democrática”, pues hasta puede ser un derecho y casi un deber.

Así que, nuestra felicitación a Rousseau por su aportación, porque a este paso los canívales reduce cabezas o aquellos que ofrecían miles de víctimas humanas a sus dioses, se van a quedar en mantillas delante de los “buenos salvajes” de nuestro tiempo.

La solución: emergencia educativa, es decir, a educar a la infancia y a la juventud. El hombre de todas las épocas necesita ser dirigido desde la más tierna infancia. Puede disfrutar desde niño de los avances de la ciencia y de la tecnología, pero no por eso ha alcanzado la madurez de más de veinte siglos de historia de la era cristiana. La informática o la industria no garantiza la formación integral de la persona. Se puede tener la capacidad de crear un programa informático extraordinariamente complejo pero ser incapaz de gestionar la propia vida familiar. No basta ser “tecnológicos” para saber vivir, necesitamos aprender el camino del bien, saber amar, tener virtudes, ser dueños de nosotros mismos, aprender, en definitiva, a ser verdaderamente hombres, maduros físicamente pero también espiritualmente.

P. Roberto Visier.
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