17 sept 2010

Misionando entre la cosecha y la siembra


Querido Arturo:

Perdona si he tardado tanto en contestarte. Pero sabes que me cuesta siempre entrar al internet. Me gustó la propuesta que me hacías [de colaborar con el portal de LHV], pero soy miedoso con esos compromisos. Sólo puedo decirte que, cada vez que pueda, te escribiré como ahora para contarte mis aventurillas y, si tú lo crees oportuno, entresaca lo que veas útil para el portal. Más bien me sentiría feliz de que estas cartitas que te voy escribiendo quizás motiven a alguien a que venga a ayudarme al Perú. Yo estaría feliz, lo sabes.


Aquí han sido unas semanas bastante ocupadas. A mediados de Julio y hasta hace pocos días tuvimos la felicidad de recibir la visita de un sacerdote de Madrid (Tres Cantos), acompañado de unas feligresas de su Parroquia. Ellos suelen pasar el verano visitando lugares de misión y colaborando con su trabajo en diversos proyectos y obras. Cuando me escribieron, yo les insistí bastante en que aquí no tenemos ningún “proyecto” en el sentido “clásico” (un sistema de riego, una construcción, un colegio, una residencia...) sino un pequeña parroquia perdida en los Andes donde se puede hacer de todo, pues todo está siempre por hacer.

Pero Dios es bueno y creo que estas semanas han sido magníficas para todos. La gente en el pueblo y en las comunidades han visto a un grupo de personas lejanas geográficamente, pero muy cercanas en el cariño y afecto, que han dado testimonio de entrega y generosidad, no con “cosas”, sino con su tiempo, sus manos, su sonrisa, su corazón. Y ellos han visto en primera persona el trabajo en una pequeña parroquia de la Cordillera, donde lo que realmente necesita la gente es precisamente ese testimonio. Esta presencia y cariño mutuo que hemos vivido es algo que realmente es impagable y único. Y eso es lo que queda por siempre, en la memoria y en el corazón. Eso tiene un valor de eternidad. Cada visitante entabló relación directa con la gente de aquí, hablaron, perdieron miedos y prejuicios, y pusieron en evidencia que, cuando hay amor y buena voluntad, el lenguaje es único, universal y supera toda barrera.

No hicimos nada especial. Simplemente les acoplé a lo que tenía previsto hacer en estas semanas: aprovechar la época seca de invierno y recorrer las comunidades, pues los campesinos están ahora en ese lapso entre la cosecha (junio) y la siembra (septiembre) y disponen de más tiempo. Eso sí, al ser un grupo numeroso (nos desplazábamos los cuatro que solemos salir a comunidades, mas ellos ocho: ¡¡doce personas!!) había que resolver más problemas “logísticos” (alojamiento, comidas...) en esas pequeñas comunidades que no cuentan con nada o casi nada. Una vez más, la ayuda de los jóvenes de la parroquia fue esencial, pues en algunos casos se adelantaban un par de ellos y preparaban algún sitio o dejaban algunos víveres, para no ser gravosos a estos pobres campesinos.

P. Jorge de Villar.

Continuará...


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4 comentarios:

  1. Sabemos que estas personas existen por lo que muchas veces nos dicen...pero conocer por sus propias palabras lo que viven en las misiones es de un valor incalculable y muy útil para aquellos que no vivimos con esa generosidad nuestra vocación cristiana. Muchas gracias padre por compartir con nosotros este testimonio de amor y entrega. Ojala nos sirva para crecer...

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  2. Q BUENO ES CONOCER A MUCHOS MAS PERSONAS Y SACERDOTES Q EN SU VIDA ES HACER ALGO X LOS Q NO TIENEN...ESTO M SIRVE PARA APRENDER Y PARA ENTRGARM AL OTRO CON TODO MI SER.....PADRE JORGE VILLAR SI ES TAN AMABLE SIGA DANDONOS INFORMACION Y ENSEÑANZA POR INTERNET XQ POR AQUI TAMBIEN DIOS SABE SACAR COSAS BUENAS,...GRACIAS Y Q LA VIRGEN MARIA LO LLENE DE GRACIAS !!!!

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  3. Verdaderamente impresionante. Sólo un corazón lleno de Dios puede llevar una labor tan grande, por ser esta una obra de Dios. Pero el mundo qué sabe de esto? Encerrados en su egoísmo y en sus múltiples estructuras de pecado, son muchos los que viven sin Dios, siendo dignos de lástima. Mientras que misioneros como el P. Jorge, son dignos de imitar, pues son imagen de Cristo. Que Dios bendiga a estas almas generosas y a todos aquellos que se vean beneficiados de tal entrega.

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