OPINIÓN. P. Roberto Visier. En Enero del 2008 el Papa Benedicto XVI dirigió una carta a la diócesis y a la ciudad de Roma sobre “la urgente tarea de la educación”. Como ya hemos repetido hasta la saciedad, lo más peligroso de la crisis actual no es la cuestión económica. No es casual que el Papa haya querido dedicar este pequeño documento a la ciudad de Roma. Se podría esperar que, tratándose de un tema tan importante y universal, fuera dirigido a toda la Iglesia y al mundo. Sin duda, todo lo que dice el Papa, por ser el Pontífice universal de la Iglesia, tiene un alcance mundial. El mensaje es para todos, pero ¿por qué a Roma en particular? Supongo que no se puede olvidar que el Papa es el obispo de Roma y que por tanto tiene que velar de un modo muy particular por “su” diócesis, pero también hay otras razones que se pueden aducir.
Roma es una bellísima y visitadísima capital europea de uno de los países más industrializados del mundo, y sin embargo no carece de profundos problemas sociales. Una persona de mucha autoridad y que la conoce muy bien me dijo cuando yo acababa de llegar: “Roma es una ciudad muy difícil”. Cuando se da un amplio paseo por “toda Roma”, es decir, por lo que casi todo el mundo ve y por lo que sólo algunos tienen tiempo de visitar, se pueden percibir algunos de estos problemas. Habría mucho de qué hablar, pero me detengo en algunos detalles que pueden parecer superficiales pero que de forma directa atañen a lo que el Papa llama “emergencia educativa”.
En primer lugar la ciudad está sucia y se pueden dar varias causas: primero, no se limpia bien, lo cual refleja ineficiencia administrativa, falta de recursos (porque se malgastan), quizás corrupción política; segundo, la gente que vive en Roma ensucia mucho, lo cual significa en pocas palabras “falta de educación”, de civismo, de amor por mi propia ciudad, por mi patria, por el mundo.
Otro problema es la mendicidad y el mucho latrocinio. Ciertamente es un asunto complejo, pero ambas cosas reflejan una cultura del vivir del cuento (mafias que organizan la mendicidad manipulando extranjeros, mujeres, ancianos y niños). El hecho de dedicarse a robar indica que no se ha aprendido o no se ha querido aprender “otra profesión” mejor. Otro rasgo distintivo que es evidente es el tráfico pesado y un tanto caótico. Se circula de modo desordenado, alocado, casi desenfrenado. Hay muchos accidentes y con demasiado frecuencia los peatones son arrollados.
Naturalmente hay otros problemas más graves, pero ya muchos de los lectores pueden estar comparando a Roma con realidades que conocen de otras grandes ciudades del mundo. De eso se trata, de darse cuenta de que el problema educativo es generalizado, de que estamos perdiendo el control. La fuente del problema está, es obvio, en las familias, en las escuelas, en las mismas parroquias. El problema es que los que deberían educar no lo están haciendo o lo están haciendo mal. Esa es la amarga realidad que nos tiene que interpelar hasta el punto de preguntarnos: ¿Qué hemos hecho o qué estamos haciendo con nuestro hijos, con nuestros jóvenes? O mejor ¿qué estamos haciendo por ellos?
Roma es una bellísima y visitadísima capital europea de uno de los países más industrializados del mundo, y sin embargo no carece de profundos problemas sociales. Una persona de mucha autoridad y que la conoce muy bien me dijo cuando yo acababa de llegar: “Roma es una ciudad muy difícil”. Cuando se da un amplio paseo por “toda Roma”, es decir, por lo que casi todo el mundo ve y por lo que sólo algunos tienen tiempo de visitar, se pueden percibir algunos de estos problemas. Habría mucho de qué hablar, pero me detengo en algunos detalles que pueden parecer superficiales pero que de forma directa atañen a lo que el Papa llama “emergencia educativa”.
En primer lugar la ciudad está sucia y se pueden dar varias causas: primero, no se limpia bien, lo cual refleja ineficiencia administrativa, falta de recursos (porque se malgastan), quizás corrupción política; segundo, la gente que vive en Roma ensucia mucho, lo cual significa en pocas palabras “falta de educación”, de civismo, de amor por mi propia ciudad, por mi patria, por el mundo.
Otro problema es la mendicidad y el mucho latrocinio. Ciertamente es un asunto complejo, pero ambas cosas reflejan una cultura del vivir del cuento (mafias que organizan la mendicidad manipulando extranjeros, mujeres, ancianos y niños). El hecho de dedicarse a robar indica que no se ha aprendido o no se ha querido aprender “otra profesión” mejor. Otro rasgo distintivo que es evidente es el tráfico pesado y un tanto caótico. Se circula de modo desordenado, alocado, casi desenfrenado. Hay muchos accidentes y con demasiado frecuencia los peatones son arrollados.
Naturalmente hay otros problemas más graves, pero ya muchos de los lectores pueden estar comparando a Roma con realidades que conocen de otras grandes ciudades del mundo. De eso se trata, de darse cuenta de que el problema educativo es generalizado, de que estamos perdiendo el control. La fuente del problema está, es obvio, en las familias, en las escuelas, en las mismas parroquias. El problema es que los que deberían educar no lo están haciendo o lo están haciendo mal. Esa es la amarga realidad que nos tiene que interpelar hasta el punto de preguntarnos: ¿Qué hemos hecho o qué estamos haciendo con nuestro hijos, con nuestros jóvenes? O mejor ¿qué estamos haciendo por ellos?
P. Roberto Visier.
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P. Roberto o Redacción de LHV, sería muy oportuno que nos facilitaran el vínculo a la carta del papa a la que hace referencia en su artículo. Se lo agradecería ya que me gustaría leerla.
ResponderEliminarUn saludo y muchas gracias.
Ya está añadido el vínculo de la carta papal como enlace en el texto del artículo del P. Visier. Gracias por tu aportación, Al. Así nos ayudan a mejorar el portal.
ResponderEliminarSiempre se exterioriza lo que se vive interiormente. En un mundo sin Dios, donde reina el desorden (el pecado) en el corazón del hombre que quiere vivir apartado de la Verdad, lleva a manifestar la fealdad en todos los ámbitos. Es una inculturación social, producto del ateísmo en el que vivimos. Es un mundo que se animaliza y desvirtúa su racionalidad. Vivamos y eduquemos en la verdad para revertir esta situación atroz.
ResponderEliminarAnte las preguntas: ¿Qué hemos hecho o qué estamos haciendo con nuestro hijos, con nuestros jóvenes? O mejor ¿qué estamos haciendo por ellos?
ResponderEliminarDebemos pensar, pensar bien y cuestionar nuestro hacer ya que muchas veces fallamos porque no hacemos lo que se debe, osea:
CREER LO QUE SE DICE
Y PRACTICAR LO QUE SE ENSEÑA.
Ese es uno de nuestros tantos errores, que estamos a tiempo de cambiar,aceptando que somos instrumentos inutiles, epro ya lo dijo el Señor "Yo hago nueva todas las cosas".
oraciones