OPINIÓN
Fray Tuk. Ni los gobiernos ni los medios occidentales dieron mucha importancia al atentado islamista contra la iglesia siro-católica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Bagdad que causó 58 muertos y decenas de heridos entre los fieles congregados para la celebración de la Misa, así como tampoco al éxodo masivo de cristianos al Kurdistán huyendo atemorizado de los crímenes y amenazas de extremistas musulmanes que quieren extirpar la fe en Cristo de la región. Creo que lo mínimo que podemos hacer es interesarnos por conocer el impresionante ejemplo de fe de nuestros hermanos mártires del siglo XXI. Por eso les transcribo la crónica de la matanza reconstruida por Marco Pedersini un mes después en el diario italiano Il Foglio en base a los testimonios de los supervivientes. Simplemente sobrecogedora.Para que vaya sirviendo de meditación, lo ofreceré en 3 entregas.
"Raghada al-Wafi camina raudamente por las calles del barrio de Karrada, en la rivera del Tigris que mira el corazón acorazado de Bagdad, la Green Zone. La acompaña su esposo, está contenta, sonríe. Es el domingo 31 de octubre y tienen una linda noticia que dar al padre Thair Abdallah, el joven sacerdote que los unió en matrimonio: Raghada espera un bebé. Van hacia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, la gran iglesia siro-católica del barrio, cuyo ingreso vigila una gran cruz.
En la misa del domingo en la tarde hay doscientos fieles, incluida una familia caldea y una ortodoxa. El Padre Wasim confiesa cerca del ingreso, a la sobra de las macizas puertas de madera. Su hermano de comunidad, el anciano padre Rafael Qusaimi, está dando las últimas instrucciones al coro antes de la celebración. Inicia el canto y el padre Thair aparece a la derecha del ábside, dirigiéndose con pasos rápidos hacia el altar.
En el año litúrgico siro-católico, es el domingo de la dedicación. Una voz hace resonar las lecturas. La Carta a los Hebreos 8, 1-12, que cita al profeta Jeremías: He aquí que días vienen, dice el Señor, y concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva Alianza, … Pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Evangelio de Mateo 16, 13-20: 'Y vosotros ¿quién decís que soy yo?' Simón Pedro contestó: 'Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo'. Replicando Jesús le dijo: 'Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
Son las cinco y cuarto y el padre Thair está por terminar la homilía, cuando fuera de la Iglesia una ráfaga de metralleta rompe el silencio. El sacerdote trata de tranquilizar a los fieles, los disparos sin duda son dirigidos a otro lado, dice, no hay nada que temer, es lo normal en un país que desde hace años no tiene oídos sino para los ruidos de la guerra. Pero los disparos siguen y luego ocurre una fuerte explosión, cerca del portón de la Iglesia. Los fieles están aterrorizados, quisieran escapar pero no hay dónde. "Levantémonos, recemos juntos", insiste el padre Thair. No puede saberlo, pero a pocos pasos de la Iglesia hay un comando armado que está dando el asalto a la sede de la Bolsa. Una bomba de mano ha matado a dos de los guardias que vigilan el palacio. Los otros guardias han respondido al fuego, hiriendo a uno de los asaltantes, que es arrastrado fuera por sus compañeros hacia el atrio de la iglesia. Los terroristas retroceden con las metrallas desplegadas, con las espaldas hacia la fachada, y uno de ellos activa el explosivo con el que han rellenado el jeep Cherokee negro estacionado frente a la iglesia. El jeep explota en una nube de polvo y los guardias de seguridad están desorientados. Creen que acaban de rechazar un ataque a la Bolsa y en cambio esto ha sido sólo un distractor, para un ataque de escala bastante mayor.
El padre Wasim trata de mantener cerrado el portón de madera de la iglesia, pero es arrojado atrás por el comando de hombres armados que irrumpen con el rostro cubierto, con el uniforme del ejército iraquí: un engaño clásico del repertorio jihadista. En el fondo de la iglesia, detrás del altar, los otros dos sacerdotes están empujando la mayor cantidad de fieles hacia la sacristía, para protegerlos del ataque. "¡Déjenlos a ellos, tómenme a mí!", grita el padre Wasim, que recibe al instante una bala en medio del pecho. El que lo hiere ni siquiera sabe a quién dispara. El sacerdote aprieta sus manos al pecho y el hombre se gira hacia el compañero que está a su lado: "¿quién es este?". "Es un sacerdote", responde el otro, y descarga una ráfaga sobre el agonizante padre Wasim.
"¡Déjenlos tranquilos, tómenme a mí!", grita también el padre Thair desde el altar. También él es eliminado en un instante y muere entre los brazos incrédulos de su madre.
El padre Rafael logró empujar en la sacristía, a la derecha del altar, unos setenta fieles antes que los terroristas se lancen contra la puerta. Esta resiste pero los asaltantes encuentran una alternativa: la habitación tiene una pequeña ventana sin vidrios, en lo alto, que da al exterior, y lanzar por allí adentro algunas bombas de mano es un juego para los jóvenes carniceros. La esquirla de una granada golpea al padre Rafael, hiriéndolo gravemente en el abdomen. Otros son alcanzados por los proyectiles que perforan la puerta. Una mujer cierra a su hijo de cinco años en un cajón, salvándolo del ataque.
La madre del padre Thair no puede saberlo, pero está por perder a su otro hijo que la había acompañado a misa. Los terroristas hacen que todos se tiren por tierra, excepto los varones jóvenes. Estos deben permanecer de pie. Los abaten uno por uno...".
(Crónica por Marco Pedersini, Il Foglio)
Continuará...
Fray Tuk.
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Cuánta gente malvada y perversa. Esto sufren muchos de nuestros hermanos cristianos. ¿Y nosotros que? ¿Somos capaces de tener una fe inquebrantable a pesar de la persecución?
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