6 dic 2010

Lo que nos sobra y lo que nos falta


COMENTARIOS A LAS LECTURAS DOMINICALES
P. Mario Ortega. Irrumpe con fuerza en el segundo domingo de Adviento la figura extraordinaria de Juan el Bautista. El último de los profetas, la puerta que cierra el Antiguo Testamento y abre el Nuevo señalando a Jesús con su propia mano. Los profetas habían hablado del Mesías a mucha distancia temporal; Juan, al predicar la cercanía del Reino de los Cielos, nos está transmitiendo la inminencia del mismo y la necesidad de una conversión profunda.

En efecto, Dios viene, está ya entre nosotros para salvarnos. Es necesario que los corazones se abran a la salvación que trae Jesucristo y se cierren al pecado. Esta es la conversión cristiana.

Juan expresa esta disposición con la conocida exhortación: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Para preparar un camino, para hacer una carretera, son necesarias dos cosas: derribar los obstáculos - los montes - y rellenar los valles. Así el camino quedará llano para ser transitado.

Este ejemplo nos introduce en la experiencia espiritual de la conversión. Hay algo que nos sobra, que hemos de remover: los montes son en nuestra alma los pecados, los vicios, que nos impiden ver a Dios y avanzar hacia Él, o mejor, que le impiden a Él venir hacia nosotros. Por otro lado, vemos lo que nos falta: los valles son las virtudes que no tenemos y hemos de alcanzar. La conversión cristiana tiene este doble aspecto: destruir el pecado que nos aleja de la salvación (lo que nos sobra) y alcanzar las virtudes que nos acercan a Dios y al prójimo (lo que nos falta).

Juan el Bautista, no solamente nos predica con su palabra; también con su ejemplo. Con su vida austera y sacrificada, nos está mostrando la primacía de Dios y de la vida en Él. Para dar el “fruto que pide la conversión” es necesario cerrar muchas puertas por las que el mundo, el demonio y las tentaciones de la carne, entran y hacen estrago en el alma. La abnegación cristiana es, pues, una necesidad del alma que quiere vivir un Adviento que le conduzca hasta el Dios hecho hombre. La abnegación cristiana tiene un sentido positivo: es decir un sí a Dios, es salir de nuestros egoísmos, materialismos, hedonismos... para volcar nuestra vida generosamente en el amor a Dios y en la caridad con el prójimo.

La Santísima Virgen María, cuya Inmaculada Concepción celebraremos muy pronto, recorre con nosotros el camino del Adviento y nos conduce hacia su Hijo.

P. Mario Ortega.


Publicado en La Gaceta de la Iglesia.

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1 comentario:

  1. Gracias Padre Mario. con un ejemplo tan sencillo, pequeño y claro, sin embargo inmensamente Grande para meditar , refleccionar sobre nuestra propia vida de conversión y renuncias voluntarias.

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