12 dic 2010

Crónica de la masacre de cristianos por islamistas en templo católico de Bagdad. II



OPINIÓN
Fray Tuk. (viene de la parte I) "Si no fuera por el color arenado, las arquitecturas limpias de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro parecerían instalaciones extrañas respecto a los muchos palacios en torno. La imponente cruz sobre la fachada sobresale a las casas bajas, recuerdo de un tiempo en el Bagdad era una ciudad multicultural que acogía gente de todo Irak. El Tigres envuelve el barrio de Karrada por tres de sus lados, convirtiéndolo en una península musulmana chiíta con fuerte presencia cristiana, en el corazón de la ciudad. Para llegar de la Green Zone basta atravesar el río, pero las fuerzas especiales iraquíes llegan a la iglesia recién a las seis de la tarde, cuarenta y cinco minutos después del ataque.

Mientras tanto, dentro, el comando armado mantiene de rehenes a los sobrevivientes e impone el silencio disparando al primer signo de movimiento. Entre los jihadistas al menos tres son muchachitos, entre catorce y quince años. Cada uno de ellos viste una correa explosiva - con esferas de metal para aumentar el potencial mortal - y dispone de una ametralladora y bombas de mano. El gobierno dirá luego que eran cinco, no iraquíes, y que murieron durante el ataque. La prueba contundente de su proveniencia de afuera serían los cinco pasaportes (tres yemenitas y dos egipcios) encontrados entre las ruinas, limpiadas el día siguiente a toda prisa mientras el ejército blindaba el ingreso de la iglesia para que ninguno pudiera ver la masacre. Los testigos confirman que los asaltantes no hablaban dialectos iraquíes, sino el árabe clásico que se usa entre árabes de nacionalidades diferentes. Según el acento, seguramente había egipcios y también un sirio. Es un detalle relevante, dado que la estrategia de Al Queda en Irak es comandada desde las zonas que están en el límite con Siria, donde operan los jefes terroristas como Abu Khalaf, el comandante militar asesinado hace poco, y su gran ideólogo, el "jeque" de setenta años, Issa al Masri. Issa, que en árabe quiere decir Jesús.

Pero los relatos de los testigos hablan de ocho personas y de al menos otro que dirigía las operaciones desde la terraza que circunda el techo de la iglesia. Quizá fueron más, a juzgar por las operaciones con las que casi un mes después, el sábado 27 de noviembre, las fuerzas de seguridad iraquíes han arrestado una célula de al Qaida en el barrio de al Mansour, en Bagdad: doce hombres, con material tóxico y siete toneladas de explosivo, los cuales confesaron haber participado del ataque a la iglesia. El plan inicial debía ser diferente: irrumpiendo, el comendo jihadista llevaba consigo cuatro maletas de explosivos, que deberían haber explotado en torno al perímetro de la iglesia, para hacerla derrumbar matando de esa manera a todos los doscientos fieles presentes en la misa dominical. Por qué motivo las cosas no fueron así es un secreto que los cinco terroristas se han llevado a la tumba, o quizá está sepultado en la mente del desconocido vestido de civil que un guardián jura haber visto salir de la escuela adyacente a la iglesia. Los sobrevivientes cuentan que hacia la mitad del asalto uno de los terroristas llamó a alguien en el exterior con un walkie talkie. "Hemos terminado con los proyectiles, ¿qué hacemos?". Una orden veloz, con un resultado siniestro: "bien, entonces a partir de ahora usamos las bombas".

Dentro de la iglesia, mientras mantienen de rehenes a los fieles, los terroristas se muestran extrañamente seguros no obstante el asedio del ejército iraquí y el ronquido sordo de los helicópteros americanos que controlan la situación desde lo alto. Están tan a sus anchas antes del maghrib, la oración de la tarde, y luego al ishà, la de la noche, en medio de los cuerpos de sus víctimas.

Las fuerzas armadas, en el exterior, esperan no se sabe qué cosa, porque es claro para todos que no habrá ninguna oferta de mediación, de ninguna de las dos partes. Un dependiente laico de la curia de Bagdad que se precipitó al lugar del asedio trata de ayudar. Es decidido, quiere aprovechar su conocimiento detallado de la planta del edificio para destrabar la situación. Pero apenas trata de ofrecer su ayuda a los militares, obtiene solamente un seco "esto es asunto nuestro, vete". Los soldados rechazan bruscamente también a un hombre que les implora hacer algo para salvar a su mujer y a sus dos hijos, un muchacho y una muchacha, retenidos dentro de la iglesia. La situación detenida dura casi tres horas.

(Crónica por Marco Pedersini, Il Foglio)


Fray Tuk.

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