26 dic 2012

ESPIRITUALIDAD CATÓLICA. De México a Tárrega, de casado a carmelita calzado


P. Jorge Teulón. Fray José María Escoto Ruiz nació en El Agua Caliente, municipio de Atotonilco el Alto (Jalisco, México) el 10 de agosto de 1878. Fue bautizado dos días después con el nombre de Gabriel (en la fotografía, templo de Atotonilco el Alto). Sus padres, Anastacio Escoto Herrera y María Ruiz Pérez, tuvieron doce hijos. Gabriel fue confirmado junto con su hermano Pascual el 8 de febrero de 1882. Su madre, moriría al dar a luz a su hermano Ramón, el 16 de febrero de 1884; así que Gabriel quedó huérfano a los cinco años y medio; su padre Anastacio murió el 31 de julio de 1900.


Gabriel hizo sus estudios en Atotonilco, donde su padre tenía un comercio. Gabriel trabajó con él, y cuando su padre murió, vivió sucesivamente con tres hermanas casadas. En el año 1900 se fue a vivir a la Ciudad de México, y luego a otros puntos del país. Poco después estuvo trabajando en Saint Louis, estado de Misuri (EEUU), e incluso vivió cinco años en Argentina. Regresó a los Estados Unidos, a Chicago; allá se estableció y estudió inglés, mientras trabajaba en la casa comercial Montgomery. Fue la Montgomery quien lo envió como su agente comercial a Guadalajara (México), donde vivirá con una de sus hermanas. Luego partió hacia México con su hermana Beatriz; Gabriel daba clases de inglés y escribía en el periódico “El Demócrata”.

Regresó a Guadalajara, donde conoció a la señorita Rosa Orozco, y se enamoró de ella. Rosa no quiso casarse antes de que él hiciera Ejercicios Espirituales con los padres jesuitas. Gabriel asistió con el padre Castro, la gracia de Dios tocó en el fondo de un hombre que, a sus 48 años había dejado de frecuentar los sacramentos en sus largas estancias fuera del país, si bien nunca perdió la fe en Cristo ni la devoción a la Virgen María.

Primero, esposos; después, carmelitas

Contrajo matrimonio el 30 de julio de 1926, justo un día antes de la suspensión de cultos en todo el país. Precisamente cuando la persecución religiosa, conocida como de los cristeros, estaba llegando a su apogeo, Gabriel se fue acercando cada vez más a Cristo; poco a poco fue intensificando su vida de piedad, hasta llegar a ser hombre de comunión diaria; a los dos esposos se les veía rezando largas horas en el templo, y practicando otros actos de piedad. Seguramente Gabriel se estremeció con el boicot tapatío; con el levantamiento armado en Los Altos; con el martirio del Beato Anacleto González Flores y sus compañeros, en abril de 1927; con los crímenes de guerra de los federales; y los enormes sufrimientos de la población civil en el occidente del país. Fue testigo también de la reapertura de cultos y de los posteriores ataques oficiales a la libertad religiosa.

En 1934, ocho años después de casados y no teniendo hijos, los esposos Escoto Orozco decidieron abrazar la vida religiosa: él quería hacerse jesuita y ella religiosa de la Visitación (salesas), ya que en Durango (España) tenía tres hermanas en esa congregación. Informados de que necesitaban el indulto apostólico (un privilegio concedido por el Santo Padre), decidieron viajar a Roma para obtenerlo. En la ciudad eterna Gabriel expuso su situación en la Curia Generalicia de la Compañía de Jesús; desconsolado por lo que él interpretó como una negativa, se dirigió a la Curia carmelitana, donde habló con un sacerdote español, el P. Bartolomé Xiberta. Aconsejados por él, se dirigieron a Barcelona. Allí los atendieron y el 4 de marzo de 1935 se abría en la Curia diocesana el proceso del indulto apostólico. Rosa entró con las salesas, y el 19 de marzo de 1935, a sus casi 57 años, Gabriel, como postulante carmelitano calzado, tomaba el hábito y el nombre de José María.

De la Comunidad de Carmelitas de la Antigua Observancia de Tárrega (Lérida) pasó a Olot (Gerona) el mismo mes de marzo; allí José María, que continuaba siendo muy piadoso y puntual, pidió permiso al padre Prior para hacer una hora extra de adoración ante el Sagrario. Siete meses después regresó a Tárrega, donde vistió el 14 de octubre el hábito de novicio; José María estaba contento, se le veía siempre amable y sonriente, colaborando con humildad en los servicios de la casa, como lavar platos o barrer; su paz sólo la turbó el saber que Rosa Orozco no se encontraba a gusto con las salesas; ella decidió pasar al monasterio carmelita de Vic (Barcelona) a principios de enero de 1936; así los dos fueron del Carmelo.

La profesión religiosa de José María estaba prevista para el 15 de octubre de 1936, pero la persecución y la muerte se lo impidieron, apenas un año y cuatro meses después de entrar en la comunidad carmelita. A sus 58 años fue agraciado con el don del martirio con sólo diez meses de noviciado carmelita.

“Hay que ver cómo se resistían a dejarse quitar los Crucifijos” 

Al presentarse los revolucionarios en el convento de los Carmelitas a mediodía del 28 de julio, el superior, P. Ángel Mª Prat, les dijo:

“-¿Qué vais a hacer con nosotros? ¿Matarnos? Si es así, matadnos sólo a los mayores; dadme a mi todas las muertes que queráis, pero dejad libres a estos jóvenes, que les están esperando en sus casas”.

Su ofrecimiento no fue aceptado, y los doce carmelitas fueron conducidos al cuartel de milicias, “a declarar”. Entre empujones, palabrotas, blasfemias y culatazos, les hicieron subir a un camión, vigilados por milicianos armados. Vecinos, ocultos tras las persianas del balcón, presenciaban los hechos. Dijeron que los llevaban a Igualada o a Barcelona. Se sabe que primero intentaron matarlos junto al cementerio, donde les robaron, pues allí aparecieron sus maletas descerrajadas.

Publicado en Religión en Libertad

1 comentario:

  1. La esposa, por su condición de extranjera, pudo volver a su tierra y tras la guerra ya no se sintió con ánimos para volver a la vida religiosa, aunque continuó llevando una vida de piedad; sí obtuvo el martirio una de sus compañeras de comunidad, la beata María del Patrocinio de San José Badía Flaquer, conocida como "la Azucena de Vic".

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