Un testigo presencial describía posteriormente los hechos de aquella jornada gloriosa:
“El diácono yace extendido con su blanca alba delante del altar. El Obispo y los sacerdotes presentes, cantan las invocaciones de las Letanías de los Santos. Muchos de los presentes recordarían, en ese preciso instante, como habían sido obligados, a punta de pistola, a arrastrarse por la plazoleta del campo de concentración, desde la entrada, sin usar las manos, para que supieran que desde ese momento abandonaban su condición de seres humanos. Este, empero, que yace allí está elegido para ser más que un hombre; una dignidad inefable le será conferida. Después el Obispo y en seguida todos los sacerdotes presentes, ponen encima de él sus manos. El Espíritu Santo desciende. Carlos María Leisner es sacerdote por toda la eternidad”.
Después de la ceremonia de ordenación, las fuerzas del recién consagrado están agotadas. En su duro saco de paja respira con dificultad. Pero ¿qué pueden la terrible miseria y abandono de un perseguido, acosado, enfermo, martirizado, contra las magnificencias del sacerdocio y de la gracia que se habían derramado sobre Carlos María? Escribe a sus compañeros de grupo schoenstattianos:
Propiamente el drama había terminado. Desde aquel lejano arresto en noviembre de 1939, había permanecido prisionero durante casi seis largos años. Su cuerpo se había desplomado físicamente. Después del 26 de diciembre, cuando ya se veían en él, evidentes, los signos de muerte, acudió a los bloques 28 y 30, donde residía el clero polaco, a impartirles la bendición de su primera Misa.
El día de San Esteban, 26 de diciembre de 1944, el sacerdote de Jesucristo y prisionero número 22.356 de Hitler, Carlos María Leisner, celebró en una barraca de Dachau su primera y última misa. Ultima en el mundo, que no en los cielos.
Fue beatificado en 1996.
P. Jorge López Teulón.
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"Todos vosotros estabais espiritualmente allí. Después de más de cinco años de oración y espera, horas y días del más dichoso cumplimiento de mis esperanzas. Todavía no puedo comprender que Dios nos haya escuchado de manera tan extraordinariamente bondadosa y especial, por la intercesión de Nuestra amada Señora. Desde hace catorce días sólo puedo rezar conmovido: 'Dios, cuán bueno y grande eres'. El símbolo del grupo me agrada, me recuerda todas las horas de prisionero el gran amor y fidelidad de la Madre Tres Veces Admirable en este largo período; así pude experimentar profundamente en las pasadas semanas algo de la primicia del ser triunfador, de ser vencedor en las cadenas. Después de la Consagración en la primera Misa, fue para mí como si estuviera ante nuestro Rey, como su caballero y triunfador. Y antes me encomendé enteramente a la amada Madre de Dios. Fue para mí, como si Ella, como protectora, dirigiera y bendijera cada paso y cada movimiento de la mano. Creo no haber sido nunca jamás tan feliz".
Propiamente el drama había terminado. Desde aquel lejano arresto en noviembre de 1939, había permanecido prisionero durante casi seis largos años. Su cuerpo se había desplomado físicamente. Después del 26 de diciembre, cuando ya se veían en él, evidentes, los signos de muerte, acudió a los bloques 28 y 30, donde residía el clero polaco, a impartirles la bendición de su primera Misa.
El día de San Esteban, 26 de diciembre de 1944, el sacerdote de Jesucristo y prisionero número 22.356 de Hitler, Carlos María Leisner, celebró en una barraca de Dachau su primera y última misa. Ultima en el mundo, que no en los cielos.
Fue beatificado en 1996.
P. Jorge López Teulón.
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Cuanto honor debemos rendir a nuestros santos, y así venerarlos con nuestra propia vida, ya que son ejemplo y fortaleza para la batalla de cada día. Beato Carlos María Leisner, ruega por nosotros.
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