(...viene de 'En Cuaresma, Jesús nos lleva al desierto. IV')
P. Rafael Pérez. El pueblo de Israel, vive en el desierto el momento más importante de su historia. Es el momento de la Alianza con Dios. Así se convierte, por puro y gratuito amor de Dios, en el Pueblo elegido; el Pueblo de la Alianza. Nos lo relata el libro del Éxodo:
“Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos” (Ex 19, 5 ss). “Yo soy Dios, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, del lugar de esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí” (Ex 20, 1-3).
“Ahora, pues, si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos” (Ex 19, 5 ss). “Yo soy Dios, tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, del lugar de esclavitud. No tendrás otros dioses fuera de mí” (Ex 20, 1-3).
Moisés vino y transmitió al pueblo todas las palabras de Dios y todas sus normas. Y todo el pueblo respondió a una: “Cumpliremos todas las palabras que ha dicho Dios”. Pese a la palabra dada, esta Alianza, es traicionada por la rebeldía e infidelidad del Pueblo, que cae numerosas veces en la idolatría.
“Al ver el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió en torno a Aarón y le dijo: Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros. Aarón hizo un becerro de fundición. Entonces ellos exclamaron: «Éste es tu Dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto” (Ex 32, 1-4).
“Al ver el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió en torno a Aarón y le dijo: Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros. Aarón hizo un becerro de fundición. Entonces ellos exclamaron: «Éste es tu Dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto” (Ex 32, 1-4).
Continuará...
P. Rafael Pérez.
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