(...viene de 'Misionando entre la cosecha y la siembra')
(...) Empezamos por Chacapampa, a donde fuimos “los doce” (más una perrita, Kenshi) en una furgoneta que Saúl nos consiguió en el pueblo. Allí nos quedamos por unos días, visitando las casa, hablando con la gente, celebrando los Sacramentos. Como las chicas tenían experiencia de “dinámicas”, los niños de la Comunidad Campesina estaban felices: cada tarde, organizaban todo tipo de juegos grupales que nos dejaban a todos admirados. Además, tocaban guitarra y cantaban. Dormíamos en la escuela (ahora son las vacaciones de invierno), sobre los cueros y mantas que nos prestaron y nuestros sacos de dormir, pues el frío está siendo brutal en las noches.
El Padre Jorge en la capilla de Chacapampa.
Abrigado por el frío con poncho y chullo, en la oración de la noche.
Abrigado por el frío con poncho y chullo, en la oración de la noche.
La última noche en Chacapampa fue algo difícil, pues se presentó un camión de un partido político, cargado de cervezas y un equipo de sonido de gran potencia: en octubre son las elecciones municipales, y aquí el voto es obligatorio. En las capas más pobres y poco formadas, los votos no se ganan mediante campañas “inteligentes” ni argumentaciones. Los partidos se presentan, organizan fiestas donde abunda el alcohol y los regalos baratos y, de esa forma, buscan asegurarse la mayor cantidad posible de votos de un pueblo que está por ley obligado a votar y que acabará haciéndolo por aquel “vendedor” que haga una mejor oferta “comercial”. Es un poco triste, verdaderamente.
Así pues, esa noche, después de varios días conviviendo sanamente con la gente y hablándoles del Evangelio, asistimos (escuchamos, impotentes, desde la escuela) a una borrachera colectiva inducida por el partido de turno que, al son de músicas estridentes y chabacanas, regalaba cervezas y promesas baratas. Al día siguiente, las miradas avergonzadas y entristecidas de los pobres campesinos decían todo lo que se podía decir. No pudimos impedirlo, pero al menos sí ofrecimos el contrapeso moral a este antitestimonio del abuso de tantas personas que buscan a estas pobres gentes cuando les necesitan para algo y las olvidan el resto del tiempo.
P. Jorge de Villar.
Continuará...
Muy bueno el artículo del padre Jorge! Que triste es ver cómo los políticos quienes deberían preocuparse por su pueblo lo utilicen en propio provecho... y es mucho más triste saber que lo que relata no difiere demasiado de lo que sucede en nuestro país.
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