18 oct 2012

OPINIÓN. Nueva evangelización II. Convicción


Fray Tuk. Tres son, a mi juicio, los requisitos del apóstol para la Nueva Evangelización:

1. Convicción.
2. Coherencia.
3. Plegaria.

Comencemos por el primero.


La convicción del católico sobre la verdad existencial de su fe deriva de la veracidad del mensaje público y definitivo de Dios a los hombres, revelado en Jesucristo, que aporta el sentido último de la vida al hombre, a quien el mismo Dios ha creado. Dios omnisciente no puede engañar ni engañarse. Mal puede contagiar el creyente la vida en Cristo a los demás, si no conoce en qué consiste o no está convencido de que esta Vida es el único Camino y Verdad en el cual el hombre puede encontrar sentido irrevocable, frente a toda otra comprensión de la realidad o estilo de vida. Tres terribles enfermedades de nuestras sociedades occidentales debilitan la acción de la Nueva Evangelización:

1. Relativismo. En la mentalidad actual que piensa que no existen verdades definitivas, no cabe el catolicismo, Revelación plena de Dios a los hombres en Cristo. "La legítima pluralidad de posiciones ha dado paso a un pluralismo indiferenciado, basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas. Este es uno de los síntomas más difundidos de la desconfianza en la verdad que es posible encontrar en el contexto actual". (Fides et Ratio 5)
2. Nihilismo hedonista. Hoy muchos están convencidos de que la vida no tiene un sentido trascendente, sino que se reduce a una búsqueda de instantes placenteros. Así no hay espacio para Cristo Salvador espiritual y escatológico. "En la interpretación nihilista la existencia es sólo una oportunidad para sensaciones y experiencias en las que tiene la primacía lo efímero. El nihilismo está en el origen de la difundida mentalidad según la cual no se debe asumir ningún compromiso definitivo, ya que todo es fugaz y provisional" (FR 46).
3. Inmadurez. El 'síndrome de Peter Pan' es una epidemia en los países desarrollados. No se trata ya de creer que no hay verdades definitivas o de creer que la vida no tiene un sentido profundo; se trata de la insconsciencia de no percibir ni siquiera la necesidad de la pregunta por el sentido, en una especie de atrofia del pensamiento. Todo mensaje parece inútil para quien cree que no necesita ninguno.


Estos problemas sociales no pueden menos que afectar al seno de la Iglesia, puesto que sus hijos viven en el mundo, si bien no deberían ser del mundo. La moda de la religión a la carta desvirtúa la fe católica en una caricatura de la misma que ya no responde a los anhelos profundos del hombre porque deja de ser mensaje de Dios para convertirse en adaptación  a lo políticamente correcto, y que, por tanto, pierde su eficacia evangelizadora. Este relativismo gnoseológico eclesial tiene en los estudios teológicos un síntoma muy preocupante: el desprestigio y banalización de la apologética y de la teología fundamental. Si los maestros de la fe ignoran sus fundamentos, malamente los podrán transmitir. No hay convicción sin fuste. El correlativo en la vida parroquial son ciertas catequesis light de dinámicas infantiloides y Jesuses con sonrisa de dentífrico, sin aprendizaje de la historia sagrada, ni de las parábolas de Jesús, ni de los mandamientos, ni de los sacramentos, ni de las oraciones del cristiano... No hay convicción sin contenidos.

Un agente de la Nueva Evangelización, para estar realmente convencido de lo que anuncia debe trabajar las siguientes cualidades:

1. Búsqueda, acogida y asombro por la Verdad. El apóstol no es un repetidor de frases aprendidas, sino que busca infatigablemente la verdad que da sentido a la vida, acoge la revelación de Dios, y es capaz de asombrarse por la grandeza de la vocación del hombre en Cristo. Humildad y respeto por la verdad y por Dios, donador de la Verdad, son las actitudes fundamentales en este proceso de iluminación.
2. Fidelidad al Magisterio. Dios, al revelarse en Cristo, no vino a traernos una confusión mayor de opiniones, sobre cuál es verdaderamente Su mensaje, sino que dejó claro quién era la depositaria de su testamento: la Iglesia presidida por los Apóstoles en comunión con Pedro. En este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica es un don magisterial inestimable del Espiritu Santo, en orden a la clarificación y fortalecimiento de nuestras convicciones católicas.
3. Reflexión-Formación. El apóstol de hoy deber estar bien catequizado, y saber darse y dar respuesta a los cuestionamientos más frecuentes que se le hacen a la fe. Debe, pues, meditar para concretar el sentido que tiene la fe para la vida real cotidiana, y aprender de la santidad y sabiduría de la Iglesia a dar razón de su esperanza. Los tópicos anticatólicos deben poder ser refutados argumentativamente. El camino a segir nos lo marcaron los apologistas de los tres primeros siglos de la Iglesia, que respondieron satisfactoriamente a los cuestionamientos que los paganos hacían obsesivamente a la religión naciente (Cur Deus homo? Cur tam sero?...).
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