P. Mario Ortega. Esta tarde de sábado la Basílica de Santa María la Mayor en Roma era toda española. Es de por sí una Basílica muy ligada históricamente a nuestro país, pero es que, además, el actual Arcipreste que la regenta es el Cardenal español Mons. Santos Abril que hoy ha presidido el rezo de las vísperas como preparación del Doctorado de San Juan de Ávila.
Presentes estaban la mayoría de los obispos españoles, encabezados por los Cardenales Rouco y Sistach en el altar. Por cierto, que alguien ha dicho al verlos juntos e igual de solemnemente ataviados: "Mira, el Madrid - Barca". Bueno, bromas aparte, lo cierto es que la figura de San Juan de Ávila ha brillado ya esta tarde, víspera de su declaración como Doctor de la Iglesia, cuarto santo español en alcanzar este título.
A mí lo que más me ha gustado particularmente ha sido la idea de leer al final de la celebración litúrgica algunos de los párrafos más bellos y significativos de los sermones de San Juan de Ávila. Leídos maravillosamente y con el acompañamiento de un impresionante coro, en ese lugar tan bello, a mí particularmente me han emocionado las palabras del nuevo Doctor.
Quiero compartir hoy algunos de los párrafos leídos esta tarde en la Basílica mayor mariana de Roma. Anuncio de paso a los lectores de este blog que como comienza el año de la fe, los comentarios al Evangelio dominical serán sustituídos por el comentario a algunos puntos del Catecismo de la Iglesia Católica en la parte del Credo, puntos que aparecerán no sólo los domingos sino también algunos entre semana. Año de la fe, la Iglesia nos pide una mayor profundización en los artículos del Símbolo de la fe.
Hoy, sin embargo, San Juan de Ávila debe ser protagonista, especialmente para los cristianos españoles, que tenemos que estar orgullosos de tener un nuevo Doctor de la Iglesia, un santo que fue consejero de tantos otros santos y cuya luz ahora ilumina del modo más universal a toda la cristiandad. Recojo, como he dicho antes algunos de los párrafos de un sermón sobre la Virgen, que ojalá nos anime a leernos las obras del Maestro Ávila.
"- ¿Qué haré para tener devoción con la Virgen? - ¿No le tienes devoción? Harto mal tenéis; harto bien os falta; más querría yo estar sin pellejo que sin devoción de María.
Ten delante del Padre a su Hijo y delante del Hijo a su Madre. Ofrece el Hijo al Padre y di: "Señor, os ofrezco lo que me disteis; por sus llagas habed, Señor, compasión de mí". Si tuvieres devoción en aquellas llagas y las ofrecieres a su Padre con fe que te ha de oír, gran bien tienes. Porque, si no te aprovechares de Jesucristo y de sus trabajos, contárseos ha a gran ingratitud; que los beneficios hechos a los desagradecidos, por perdidos se cuentan. Dios murió por ti y si no lo sientes y no te aprovechas de ello, tanto es de tu parte como si no muriera, antes será para gran daño tuyo, que te serán demandados sus trabajos muy terriblemente, sino decir: "Padre, mucho te debo, por tu Hijo me haz esta merced".
Así como el Padre nos dio grandísimo don en darnos a su bendito Hijo para nuestro remedio, así también el Hijo nos dio gran don en darnos a su bendita Madre por abogada nuestra. Sé que cuando Él dijo a San juan al pie de la cruz: "Ve ahí a tu Madre" (Jn 19, 27) en nombre de todos dijo; allí entramos todos los cristianos. Danos Dios a su Madre por madre; agradezcámoselo y agradézcanselo los ángeles. Si esto hiciéredes, si pusiéredes al Hijo delante del Padre y la Madre delante del Hijo, gran señal tenéis de salvación.
- ¿Qué haré por la Virgen? Muchos bienes me ha dado Dios por ella; ¿qué haré por ella? - ¿Acuéradaseos de aquellas bodas cuando faltó el vino, que dijo la Virgen a su Hijo: "Hijo, no tienen vino, ten compasión de ellos?" Díjole nuestro Redentor: Mujer, ¿qué tengo que ver contigo - "¡Bien lo entiendo!". Vase a los que servían las bodas: "Todo lo que os dijere mi Hijo, hacedlo" (Jn 2, 5). ¡Qué breve sermón, mas muy compendioso! Aquí predicó tanto como Isaías, San Pablo, San Lucas y todos los apóstoles y profetas: Oídme lo que os quiero decir; quizá de la boca de la Madre se imprimirá en vuestros corazones: "Todo lo que mi Hijo os dijere, hacedlo" (Jn 2, 5).
Y así el mayor servicio que le podéis hacer es hacer lo que manda su Hijo: "Señora, por vuestro Hijo perdono esta injuria; quiero callar, silencio quiero tener por amor de vos; aquello que más me duele hacerlo o dejarlo de hacer, ofrecerlo por la Virgen. Que quererla bien y no imitarla, poco aprovecha. Imitémosla en la humildad y en las demás virtudes; porque ella es el dechado de quien hemos de sacarlas; y haciendo esto nos alcanzará gracia y después, gloria."
A mí lo que más me ha gustado particularmente ha sido la idea de leer al final de la celebración litúrgica algunos de los párrafos más bellos y significativos de los sermones de San Juan de Ávila. Leídos maravillosamente y con el acompañamiento de un impresionante coro, en ese lugar tan bello, a mí particularmente me han emocionado las palabras del nuevo Doctor.
Quiero compartir hoy algunos de los párrafos leídos esta tarde en la Basílica mayor mariana de Roma. Anuncio de paso a los lectores de este blog que como comienza el año de la fe, los comentarios al Evangelio dominical serán sustituídos por el comentario a algunos puntos del Catecismo de la Iglesia Católica en la parte del Credo, puntos que aparecerán no sólo los domingos sino también algunos entre semana. Año de la fe, la Iglesia nos pide una mayor profundización en los artículos del Símbolo de la fe.
Hoy, sin embargo, San Juan de Ávila debe ser protagonista, especialmente para los cristianos españoles, que tenemos que estar orgullosos de tener un nuevo Doctor de la Iglesia, un santo que fue consejero de tantos otros santos y cuya luz ahora ilumina del modo más universal a toda la cristiandad. Recojo, como he dicho antes algunos de los párrafos de un sermón sobre la Virgen, que ojalá nos anime a leernos las obras del Maestro Ávila.
"- ¿Qué haré para tener devoción con la Virgen? - ¿No le tienes devoción? Harto mal tenéis; harto bien os falta; más querría yo estar sin pellejo que sin devoción de María.
Ten delante del Padre a su Hijo y delante del Hijo a su Madre. Ofrece el Hijo al Padre y di: "Señor, os ofrezco lo que me disteis; por sus llagas habed, Señor, compasión de mí". Si tuvieres devoción en aquellas llagas y las ofrecieres a su Padre con fe que te ha de oír, gran bien tienes. Porque, si no te aprovechares de Jesucristo y de sus trabajos, contárseos ha a gran ingratitud; que los beneficios hechos a los desagradecidos, por perdidos se cuentan. Dios murió por ti y si no lo sientes y no te aprovechas de ello, tanto es de tu parte como si no muriera, antes será para gran daño tuyo, que te serán demandados sus trabajos muy terriblemente, sino decir: "Padre, mucho te debo, por tu Hijo me haz esta merced".
Así como el Padre nos dio grandísimo don en darnos a su bendito Hijo para nuestro remedio, así también el Hijo nos dio gran don en darnos a su bendita Madre por abogada nuestra. Sé que cuando Él dijo a San juan al pie de la cruz: "Ve ahí a tu Madre" (Jn 19, 27) en nombre de todos dijo; allí entramos todos los cristianos. Danos Dios a su Madre por madre; agradezcámoselo y agradézcanselo los ángeles. Si esto hiciéredes, si pusiéredes al Hijo delante del Padre y la Madre delante del Hijo, gran señal tenéis de salvación.
- ¿Qué haré por la Virgen? Muchos bienes me ha dado Dios por ella; ¿qué haré por ella? - ¿Acuéradaseos de aquellas bodas cuando faltó el vino, que dijo la Virgen a su Hijo: "Hijo, no tienen vino, ten compasión de ellos?" Díjole nuestro Redentor: Mujer, ¿qué tengo que ver contigo - "¡Bien lo entiendo!". Vase a los que servían las bodas: "Todo lo que os dijere mi Hijo, hacedlo" (Jn 2, 5). ¡Qué breve sermón, mas muy compendioso! Aquí predicó tanto como Isaías, San Pablo, San Lucas y todos los apóstoles y profetas: Oídme lo que os quiero decir; quizá de la boca de la Madre se imprimirá en vuestros corazones: "Todo lo que mi Hijo os dijere, hacedlo" (Jn 2, 5).
Y así el mayor servicio que le podéis hacer es hacer lo que manda su Hijo: "Señora, por vuestro Hijo perdono esta injuria; quiero callar, silencio quiero tener por amor de vos; aquello que más me duele hacerlo o dejarlo de hacer, ofrecerlo por la Virgen. Que quererla bien y no imitarla, poco aprovecha. Imitémosla en la humildad y en las demás virtudes; porque ella es el dechado de quien hemos de sacarlas; y haciendo esto nos alcanzará gracia y después, gloria."
P. Mario Ortega
Publicado en La Gaceta de la Iglesia.
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